La psicología tiene muchas formas de entender al ser humano y a partir de ahí se generan diferentes estrategias para ayudarle a que tenga una vida lo más satisfactoria y plena posible. En mi caso, fue la Terapia de Familia la que me pareció que ofrecía una visión del ser humano más completa, o al menos una visión desde donde yo, como profesional, podría ofrecer una intervención más eficaz. Cuando terminé la carrera de Psicología, realicé el Máster de Terapia de Familia y de Pareja y posteriormente lo complementé con Formación en Psicodrama.
Cómo llegué a trabajar con personas con daño neurológico y con sus familiares fue algo accidental, aunque una vez que entré en este mundo me apasionó. El proceso de aceptación de los cambios producidos por un daño neurológico supone un gran reto para la persona que lo sufre y para su entorno. Acompañarles en este proceso, ayudarles a comprender estos cambios y así posibilitar la aceptación de los mismos es muy satisfactorio personalmente.
Profesionalmente es apasionante poder aprender cómo funciona el cerebro, su importancia en todo lo que hacemos y somos. Desde lo más evidente, como las consecuencias físicas, hasta las cuestiones más sutiles, como los cambios en la personalidad.