Tengo la suerte de tener un trabajo que me parece apasionante y gratificante, porque me permite ayudar a otras personas en un momento fundamental para su desarrollo vital; a la par que me aporta unos aprendizajes y reflexiones sobre cuestiones que a mí me resultan muy interesantes. Por un lado, mi trabajo me aporta la satisfacción de estar haciendo algo que realmente tiene un impacto en las personas (paciente y familia), algo que de hecho, marca una diferencia en sus vidas. El trabajo de neuro-rehabilitación, cuando se conoce bien, es enormemente complejo y requiere una gran dedicación y conocimientos técnicos. Cuando veo que ese esfuerzo y que toda una vida profesional de aprendizaje se materializan en el beneficio real y significativo de una persona y su familia, me llena de satisfacción. Además, las personas a las que atendemos perciben este grado de entrega y dedicación y lo agradecen con sinceridad.
Por otro lado, desde un punto de vista más intelectual y de crecimiento personal, mi trabajo me permite reflexionar sobre nuestra naturaleza humana, qué nos mueve, qué nos emociona, cómo resolvemos nuestros retos cotidianos, qué es lo realmente importante… En definitiva, qué nos hace ser lo que somos. De las conversaciones con los pacientes, aprendemos ambos (yo también), y me da perspectiva para afrontar mi propia vida.