Lo que más me gusta de mi trabajo como logopeda son las personas por las que tengo que entregar todos mis conocimientos tanto académicos como personales y vivenciales. Son personas que, tras un determinado momento, su vida ha cambiado sin calificar la magnitud, porque cada persona y entorno familiar es un mundo. Son personas que tras un gran sufrimiento luchan cada día por y para recuperarse. Las considero personas valientes y luchadoras, sin olvidar los miedos y temores, pero me gratifica enormemente sentirme partícipe, con ellos, en este camino. Ayudarles, por ejemplo, desde mi campo, a entender a su marido, a su mujer, a sus hijos, a que puedan pedir una caña y un pincho en el bar, que puedan expresar sus gustos, lo que les apetece comer o ver en la televisión, que puedan volver a comer aquello que les guste o que añoren. Hechos que quizás son simples y demasiado cotidianos que a veces pueden pasar desapercibidos, pero de gran significado personal.
Cuando estaba en tercero de carrera, vinieron desde el País Vasco unas compañeras logopedas a darnos un taller sobre el Daño Cerebral Adquirido. Nos explicaron dónde y cómo trabajaban, el tipo de pacientes a los que atendían, la coordinación con el resto de áreas dentro de un equipo multidisciplinar, entre otros aspectos. Me encantó, sinceramente. Trabajé duro los años siguientes para poder optar a una beca en dicha comunidad autónoma y conocer en persona los centros de rehabilitación, aprender de los compañeros, tratar con los pacientes y con las familias, y en el verano de 2015 tuve la oportunidad de vivirlo. Desde ese momento, supe que quería dedicarme a la rehabilitación neurológica en pacientes con daño cerebral.
Durante este tiempo donde he podido trabajar con personas que sufren dicha patología, me he dado cuenta que es importante tener conocimientos teóricos y prácticos, en mi caso de logopedia, pero no solo eso basta en la rehabilitación neurológica. En mi opinión, un ingrediente a añadir es sin duda la complicidad y la cercanía con los pacientes. Me atrevo a definirme como una persona empática que sabe y puede entender la situación en la que se encuentran estas personas. Creo que es de vital importancia saber crear un vínculo de unión sano donde ellos mismos puedan sentirse seguros y acompañados durante este difícil camino.