El trato directo con el paciente y con su familia; así como la visión / perspectiva INTEGRAL con la que los profesionales del centro llevamos a cabo la intervención.
Inicialmente el mérito lo tiene una profesora de la carrera allá por el curso lectivo 2008-2009. Era la docente de la asignatura “Terapia Ocupacional en Neurología” y gracias a sus clases, su dedicación y el esfuerzo que me conllevó superar la asignatura, despertó el interés en mí como estudiante sobre el trabajo/intervención de Terapia Ocupacional en neurorrehabilitación.
Una vez que terminé la formación en la Universidad, trabajé en varios centros previos a Reintegra y desde el primer contacto con los pacientes, entendí que “lo mío era vocacional”. A partir de entonces empecé a formarme en neurorrehabilitación y, de la mano de Reintegra y mis compañero/as, a desarrollar mi práctica clínica como Terapeuta Ocupacional en el centro. Desde entonces, el día a día y el trato con el paciente han ido haciendo su labor hasta el momento actual.
A parte de mi conocimiento y profesionalidad, así como mi buen hacer, el que buenamente puedo hacer (valga la redundancia), sin duda me caracterizo por dar a la mayor parte de mis pacientes mi sentido del humor. Soy firme defensor de que el sentido del humor no está confrontado ni menosprecia mi profesionalidad; de hecho, intento utilizarlo como hilo conductor y guía en prácticamente todas mis intervenciones y me ha servido como puerta de entrada a ganarme la confianza y el respeto de mis pacientes para poder trabajar con ellos, e incluso para llegar a formar parte del circulo de personas por las que sienten un afecto y un cariño especial, algo de lo que siempre estaré agradecido con todos y cada uno de ellos.
Por otro lado, en cada intervención siempre dejo patente mi vocación por el trabajo con personas y mi dedicación plena a fin de influir positivamente en la mejora de su estado general y por ende en su calidad de vida con la máxima independencia y autonomía posibles.