Como resultado de la actividad investigadora, tengo más de 30 artículos en revistas científicas indexadas y diferentes capítulos de libro, he realizado decenas de comunicaciones y ponencias en congresos nacionales e internacionales y he sido reconocido con diversos premios de investigación a nivel nacional e internacional. Mi actividad investigadora siempre ha estado ligada a la Neuropsicología, y en los últimas años, más estrechamente ligada a la neuro-rehabilitación.
Tengo la suerte de tener un trabajo que me parece apasionante y gratificante, porque me permite ayudar a otras personas en un momento fundamental para su desarrollo vital; a la par que me aporta unos aprendizajes y reflexiones sobre cuestiones que a mí me resultan muy interesantes. Por un lado, mi trabajo me aporta la satisfacción de estar haciendo algo que realmente tiene un impacto en las personas (paciente y familia), algo que de hecho, marca una diferencia en sus vidas. El trabajo de neuro-rehabilitación, cuando se conoce bien, es enormemente complejo y requiere una gran dedicación y conocimientos técnicos. Cuando veo que ese esfuerzo y que toda una vida profesional de aprendizaje se materializan en el beneficio real y significativo de una persona y su familia, me llena de satisfacción. Además, las personas a las que atendemos perciben este grado de entrega y dedicación y lo agradecen con sinceridad.
Por otro lado, desde un punto de vista más intelectual y de crecimiento personal, mi trabajo me permite reflexionar sobre nuestra naturaleza humana, qué nos mueve, qué nos emociona, cómo resolvemos nuestros retos cotidianos, qué es lo realmente importante… En definitiva, qué nos hace ser lo que somos. De las conversaciones con los pacientes, aprendemos ambos (yo también), y me da perspectiva para afrontar mi propia vida.
En mi caso, el «encuentro» inicial con al daño cerebral o los pacientes neurológicos fue más fortuito que buscado y vino motivado por mi interés y desarrollo profesional en el ámbito de la Neuropsicología. Eran unos tiempos (año 2001) en los que apenas había recursos para el daño cerebral, y si soy sincero, íbamos todos un poco a ciegas. Fue el trabajo cotidiano con los pacientes y dentro de un equipo multidisciplinar, con unos excelentes compañer@s, lo que me abrió los ojos al enorme potencial del trabajo de neuro-rehabilitación cuando se hace con auténtico compromiso y desde la honestidad.
De estos años iniciales de aprendizaje y desarrollo en el CEADAC, además del contacto con otros profesionales de referencia a nivel internacional, fue madurando la idea de poner en marcha un proyecto propio. Un proyecto que integrara la excelencia técnica de un equipo multidisciplinar (neuropsicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, otros profesionales) con un modelo de trabajo según el cual el paciente y su proyecto vital ocupan el centro de nuestra intervención. Un modelo en que el que se considera a la persona en su globalidad y su individualidad, lo que denominamos el modelo holístico-integral. De ese deseo de aportar a las personas con daño neurológico lo que entendía como “la excelencia terapéutica” nació el proyecto que hoy es Reintegra y que no ha dejado de madurar y perfeccionarse.
En un trabajo como la neuro-rehabilitación y en concreto la rehabilitación neuropsicológica, me resulta muy difícil separar mi dimensión profesional de la personal: la relación con el paciente y la familia es tan estrecha que es inevitable que el cómo soy se refleje en mi labor de terapeuta, incluso en mi visión de la neuro-rehabilitación. Así, creo que mi aportación más personal a los pacientes y familias son el compromiso, la aceptación y la cercanía. Realmente me implico en el proceso de recuperación de la persona, de que logre poner en marcha un proyecto vital que le resulte satisfactorio: es un compromiso genuino que además es extensible a todo el equipo de Reintegra, porque entendemos como eje central de nuestra filosofía de trabajo. Siempre desde la aceptación de la persona tal y como es, sin juicio ni crítica de quién es, ayudando al paciente a que encuentre su propio camino. Estoy convencido de que todo esto sólo se puede lograr desde la cercanía, estableciendo una relación genuina con el paciente y la familia; entendiendo, en el fondo, que no hay otra manera de hacerlo.