Las Neuronas Espejo y la Empatía

¿Cuántas veces te han contagiado un bostezo? ¿Cuántas veces te has dado cuenta de que estás hablando con alguien, e instintivamente cruzáis las piernas a la vez, os rascáis el mentón prácticamente al mismo tiempo, o tomáis un sorbo de café uno seguido del otro? ¿Cuál es la relación entre las neuronas espejo y la empatía?.

Las personas somos animales sociales (no los únicos, por cierto) y nuestros cerebros han sido forjados a lo largo de años de evolución para responder a las claves sociales y conseguir así ser aceptados por el grupo. De forma muy general, se podría decir que nos gusta pasar nuestro tiempo con otras personas que se parecen a nosotros: otros u otras que piensan como nosotros, sienten como nosotros, tienen las mismas inquietudes, valores… Probablemente, este es el motivo de que la sociedad ha desarrollado mecanismos aparentemente sencillos para identificar a los que son como tú, o como yo. Por ejemplo, pensemos en el vestuario y cómo nos define de cara a los demás.

Amoldamos nuestro vestuario en función del sitio o actividad al que acudimos. Pero vamos más allá todavía, atribuimos a la forma de vestir ciertos valores y actitudes: del señor de traje y corbata, pensamos que es alguien serio, en quien podemos confiar, con cierta educación, buenas maneras; en contraposición al joven con pelo rasta, piercings y ropa suelta e informal, al que atribuimos ideas más liberales, sin excesiva contemplación de las normas, más pronto a romperlas que a acatarlas…

Pensemos en las tribus urbanas y su necesidad de reconocerse por la indumentaria: no deja de ser una exageración de esta premisa. A veces pensamos que nuestra forma de vestir es una forma de diferenciarnos, pero tan cierto es eso, como que es una forma de asemejarnos o integrarnos a los que son como nosotros.

Pero centrémonos en el individuo y en las relaciones interpersonales. En la búsqueda de la intimidad. Lo comentado previamente está bien como primera aproximación, pero sabemos que no deja de ser una simplificación, una primera criba. Cuando compartimos un momento de intimidad con alguien, cuando queremos acercarnos a alguien y que esa persona se sienta cerca de nosotros… ¿en qué nos fijamos? Y no me estoy refiriendo exclusivamente a las relaciones de pareja: pensemos también en amigos, relaciones laborales, comerciales, profesor-estudiante… En estas distancias cortas, lo superficial (la indumentaria, el aspecto físico) ya no sirve. ¿Qué es lo que buscamos en los demás? ¿Qué nos hace estar más cómodos con determinadas personas? Yo te diría que la empatía.

La empatía se suele definir como la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Pero no deja de ser una definición un tanto pobre. No basta con saber o intuir que Fulano probablemente esté triste porque ha perdido un ser querido; o Mengano estará frustrado y enfadado tras haber perdido una venta importante. Párate a pensar en lo que tú esperas de tus seres queridos… Quieres algo más que el mero conocimiento de tu estado emocional. Quieres que sientan contigo:

  • Que compartan tu dolor
  • Tu alegría
  • Tu tristeza…
  • Sólo así nos sentimos acogidos y quizás, logremos sentirnos reconfortados.

    Afortunadamente, el ser humano tiene una capacidad innata para la empatía, aunque también es algo que se cultiva y se puede desarrollar. Esta habilidad para compartir los estados emocionales de los demás se la debemos a las neuronas espejo. El nombre es bastante ilustrativo de cómo funcionan: tenemos unas neuronas en nuestro cerebro que responden a la acción de la persona que tenemos delante, imitándola, haciendo de espejo. Cuando ves a la persona que tienes delante mover el brazo, se activan en TU cerebro las neuronas que controlan el movimiento de tu brazo: las mismas que se activan en el cerebro de la persona que está moviendo el brazo, pero en menor intensidad (lo que explica los fenómenos comentados al inicio). Esto mismo sucede con las emociones. Pero el proceso es más complejo, porque es fácil ver un bostezo o un gesto, sin embargo no siempre somos tan explícitos y claros a la hora de expresar nuestras emociones.

    El trabajo que realizamos con personas que han sufrido algún tipo de daño cerebral, como un ictus, un traumatismo cráneo-encefálico, tumor cerebral, demencia, nos enseña mucho sobre estos procesos, y es que la pérdida de empatía y las consecuentes dificultades para establecer o mantener relaciones cercanas o íntimas es una de las principales quejas que manifiestan los familiares de personas que sufren un daño
    neurológico o cerebral. Algunos pacientes que han sufrido un ictus o traumatismo cráneo-encefálico tienen dificultades con el primer paso de este complejo proceso:

    1. Reconocer e interpretar las expresiones emocionales de los demás. Diversos estudios con fotografías de personas expresando emociones, han puesto de relieve que les lleva más tiempo y comenten más errores en la identificación de las emociones ajenas. Pero, incluso cuando este procesamiento emocional se produce con éxito, algunos pacientes tienen dificultades en atribuir ese estado emocional a una causa. Algo así como, ¿por qué se sentirá así? Esto se da en el contexto de la incapacidad para atribuir a otra persona motivaciones a sus acciones, una explicación a su conducta (¿por qué hará esto?), una incapacidad para poder atribuir estados mentales (¿qué pensará?).
    2. En otras ocasiones, a la hora de atribuir a otra persona estados emocionales o mentales, la persona con alteración de la empatía, lo hace exclusivamente proyectando al otro sus propias emociones, motivaciones o forma de pensar, lo que se denomina egocentrismo. Es fundamental no confundir el egocentrismo con el egoísmo: el egoísta es consciente del estado emocional del otro, de lo que quiere, lo que piensa… simplemente, elige sus propios intereses sobre los ajenos; prioriza su bienestar sobre el ajeno. En el caso del egocentrismo, simplemente no es consciente de cómo se siente el otro, de las necesidades que tiene, de su estado emocional. Por ejemplo, los niños pequeños son egocéntricos, porque aún no se han desarrollado las áreas cerebrales pertinentes, y por eso demandan atención continua a sus padres, no se dan cuenta de que su conducta puede resultar molesta a los demás, y en general no muestran empatía. No son egoístas, simplemente no se dan cuenta del estado emocional y las necesidades de las personas de su entorno.

    3. El último paso del proceso de la empatía, una vez hemos reconocido la emoción en el otro, y tenemos una idea aproximada de cómo se siente, e incluso de lo que ha motivado esa emoción, es que el estado emocional de la otra persona despierte en nosotros una emoción similar. Sólo en ese punto, cuando sentimos esa emoción, pondremos en marcha nuestro repertorio de conductas para dar el apoyo emocional que necesita la otra persona. Más aún, sólo cuando sentimos esa emoción (la misma que siente el otro, aunque en menor medida) podemos incluso renunciar a lo que queremos hacer o relegar nuestras necesidades a un segundo plano para ayudar a la otro persona. Esa es la auténtica empatía, cuando el compartir la emoción con el otro provoca que modifiquemos nuestra conducta para ayudar al otro y darle apoyo emocional.

    Como comentaba anteriormente, es bastante común que un daño cerebral (ictus, un traumatismo cráneo-encefálico, tumor cerebral, demencia) altere la capacidad de empatía, lo que suele explicar la aparición de conductas que generan mucha carga emocional a los cuidadores, como demandas continuas de atención, indiferencia ante las cuestiones ajenas, interés exclusivo por lo propio, tendencia a poner sus propios intereses y apetencias por encima de los otros, etc. Imagínate lo que puede suponer que precisamente esa persona que antes te servía de apoyo emocional, confidente, aliado… ahora demanda una atención continua, con una actitud egocéntrica, y no es capaz de darte a ti el apoyo emocional necesario, precisamente en unos momentos tan difíciles. Si bien la empatía es una de las habilidades humanas más difíciles de restaurar, el trabajo de neurorehabilitación, y específicamente el trabajo de rehabilitación neuropsicológica y psicoterapia consigue mejorar esta situación, y dar al paciente y su familia herramientas para mejorar la situación y calidad de vida de ambos.

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